martes, 16 de diciembre de 2014

WTF! Soy una Princesa! (Super Junior) - 50

NO SE OLVIDEN DE PASAR POR MI NOVELA “NO QUIERO QUE ME OLVIDES (KYUMIN)”

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Capítulo 50





***
- ¡No!
Grité, lanzándome encima de L y su ayudante.
- ¡Apártate perra!
El otro hombre me empujó y yo caí.
- ¡No se la llevarán!
Grité, golpeándolo con un palo que antes fue una pata de silla.
- ¡¿Quién me lo va a impedir?!
Me preguntó L, acomodándose la máscara.
- Min… - dijo Young Soo con voz cansada – Está bien…
Ella estaba en el colchón, mirando cómo me peleaba con esos hombres. Ellos habían entrado diciendo que por fin se iban a deshacer de Young Soo, que la venderían a un buen postor. No me importó ser golpeada, quería que la dejaran sola, que la dejaran viva. Young Soo tenía metas, una vida por delante, no podía todo terminar así.
- No… - dije mientras el otro hombre tomaba a Young Soo - ¡No!
Grité, lanzándome sobre él y haciendo que Young Soo rodara y chocara con violencia contra una pared.
- ¡Ya me tienes arto pendeja! - gritó L, acorralándome contra la pared y lamiendo mi cuello - ¿Qué me darás a cambio si decido hacerte caso?
- Por favor… no…
Miré a Young Soo, con los ojos rojos. La miré y de pronto ella se desvaneció. Tenía sangre en la cabeza y la nariz, lucía más pálida que de costumbre, parecía un cadáver. El otro hombre corrió hacia ella y acercó su rostro al de ella, luego miró a L.
- Casi no respira…
- Young Soo…
Miré a mi amiga, ella no podía morir.
- ¡Mira lo que hiciste pendeja! – L apretó mi cuello y yo intenté rasguñarle las manos - ¿Qué haremos ahora contigo? – volvió a lamerme - ¿Nos tendremos que divertir contigo y luego te vendemos?
- ¡Alto!
Ambos hombres miraron la puerta de mi prisión. Allí, en su atuendo de siempre, tan fina y elegante, y al mismo tiempo tan temible, allí estaba mi tía.



Los hombres me soltaron y ella se me acercó. Sentí aún más miedo al verla a ella que a lo que esos dos hombres me pudieran hacer.
- Señora…
- ¡Lárguense! – gritó mi tía y ellos obedecieron – Bueno… nos volvemos a ver – ella sonrió - ¿Sabes qué día es? – yo negué – Estamos a dos días de tu boda – me quedé de piedra ¿Tan rápido habían pasado los días? – Quería ver que sufrieras al ver tu lindo cuento de hadas desmoronase
- ¡Eres una maldita asesina y no te saldrás con la tuya!
Grité y ella me pegó una bofetada, haciéndome caer al suelo.



- Lastimosamente… - siguió ella hablando con su tono macabramente calmado – Tu boda de ensueño se pospuso hasta que aparezcas, viva o muerta – sonrió de forma macabra – Si te llegan a encontrar, igual te casarás ¿No es maravilloso? – ella soltó una espeluznante risa – Lastima, que sí te encontrarán muerta…
- ¿Por qué haces esto? – le pregunté - ¡¿Qué te hicimos para que nos hicieras esto?! – grité - ¡Mi madre era tu hermana! ¡Mi tío es el hombre que te dio todo lo que tienes! – sentía que el aire me faltaba - ¡¿Por qué lo haces?!
- Señora… - uno de los hombres entró – Mis fuentes informan que la policía está en camino
- Mocosa… - mi tía me pegó una patada en el abdomen e hizo que escupiera sangre - ¡¿Por qué no moriste tú también esa noche?! – volvió a patearme con su duro zapato de tacón - ¡Tendremos que hacer esto rápidamente! – me miró – Descuida, intentaré que te duela
Mi tía desapareció y cerró la puerta. Me arrastré hacia Young Soo y toqué su cuello, seguía latiendo, las bestias de los traficantes no debían de saber cuándo una persona estaba muerta y cuando no. Lloré, era mi fin, no había lugar donde ir, y no sabía cuánto demorarían los agentes en llegar, no sabía dónde estaba.



Mi tía volvió con los dos hombres, quienes traían una silla, una soga, y para mi pesadilla, una botella de gasolina. Mi tía me levantó del suelo y con violencia me sentó en la silla. Ella me sostenía con sus garras y L me amarraba a la silla. Yo lo único que podía hacer era ver a Young Soo, lo que sea que me iban a hacer, ella también las pagaría.
- Young Soo…
- Descuida… se irá contigo al infierno
Mi tía rió y los hombres salieron.
- ¡¿Por qué?! – grité mientras ella vertía el maloliente líquido alrededor de la silla - ¡¿Por qué?! – lloré – ¡Yo no te he hecho nada!




- ¿Te parece poco… que por tu culpa Jin se haya suicidado?
Me preguntó, ella tenía los ojos llorosos.
- Eso no fue mi culpa
- ¡¿No lo fue?! – derramó gasolina por mi ropa - ¡Claro que lo fue! – gritó - ¡Tú, maldita prostituta! – me golpeó con la botella, derramando más gasolina por mi ropa - ¡Por tu culpa mi hija murió! – sus palabras golpeaban más fuerte que los puños, pues de cierta forma tenía razón – De tal palo tal astilla…
- ¿De que hablas? – pregunté, intentando deshacer el nudo de las sogas – Mi madre fue una maravillosa mujer, no como tú
- ¿Te parece? – mi tía soltó una escandalosa risa – Tú no sabes nada…
- ¿Qué quieres decir? – miré a mi tía, se veía tan desequilibrada - ¡Dime!
- Jung Su…
- ¿Qué tiene que ver mi padre?
- Él era mi novio
Contestó y yo abrí mucho los ojos ¿No era cierto, o sí?



- Mientes… - la miré con enojo - ¡Mi madre no hubiera sido capaz de quitarle a su hermana algo tan importante!
- ¡Pero esa maldita prostituta lo hizo! – mi tía dejó caer la botella al suelo - ¡Pero la dulce Mi Cha tenía que regresar de casa de mi maldito padre! – mi tía comenzó a patear y golpear todo lo que se le ponía en frente - ¡Esa puta me quitó al amor de mi vida!
- ¡Mi padre nunca se hubiera quedado con una mujer como tú! – grité - ¡Él mismo lo dijo!
- ¡Mientes! – me abofeteó de nuevo - ¡Él me amaba!
- ¡Amó más la dulzura de mi madre que tus trucos, bruja!
- ¡Es mentira! – gritó – ¡Mi Cha era una perra que me lo quitó! ¡Sabía que era mi novio de años y no le importó a la hora de interponerse entre ambos!
- ¡Eso no es cierto!
- ¡Él y yo íbamos a formar una familia juntos y tu madre lo alejó de mí! – gritó mi tía, sacando la caja de fósforos - ¡No le importó interponerse en una relación de más de cinco años!
- Eso no es cierto
- ¡No le importó meterse en la relación de su propia hermana!
- No puede ser cierto…
Mi madre, aquella mujer dulce, que siempre fue buena esposa y buena madre, no pudo haberle hecho algo así a su hermana. Pero mi tía lo decía con tanta convicción y con tanto odio. Mi madre debía de haberle hecho algo para que mi tía la odie tanto, pero no quería creer que hubiera sido eso, tenía que haber una explicación.
- ¡Él ya hasta me había entregado un anillo! – mi tía me lanzó en la cara un anillo muy pequeño con una piedra muy pequeña – Tuve hasta el sueño de que Mi Cha fuera mi dama de honor, pero todo lo mandó al carajo
- ¡Mi madre no lo pudo haber hecho!
- ¡Pero lo hizo y por eso está muerta! – gritó mi tía - ¡Por arruinarme la vida!
- ¡Sí estás tan amargada no es por culpa de mi madre, es porque tú decidiste no superarlo!
- ¡Cállate!
Gritó, encendiendo un fósforo y lanzándolo al piso. Las llamas comenzaron a arder y volteé a ver a Young Soo. Ella estaba un poco lejos de las llamas, pero el humo la mataría en este sótano de la muerte.
- ¡Young Soo!
Grité cuando las llamas se empezaron a acercar a ella.
- Ella me quitó el amor de mi vida – comenzó a decir mi tía, mirándome fijamente – Tú me quitaste a mi hija – me miró con odio – Yo te mataré y cobraré mi venganza
- ¡Por favor! – supliqué, intentando zafarme de las sogas - ¡Al menos llévate a Young Soo!
- ¿Por qué tendría que hacerte un favor?
Preguntó, dándose media vuelta.
- ¡Por favor! – grité - ¡Por favor!



Mi tía caminó hacia la puerta y yo logré liberarme de las sogas. Agarre la silla y, con fuerza salida de lo más profundo, se la lancé. Mi tía me miró y se me acercó, ignorando las lenguas de fuego.
- ¡¿Por qué no te mueres?!
Gritó, lanzándome contra el fuego. Mi ropa comenzó a quemarse y yo grité. Me arranqué las ropas y volví donde mi tía. Si yo iba a morir, quería morir sola, no quería arrastrar a Young Soo conmigo.
- ¡Llévatela, por favor!
Grité, forcejeando con mi tía. Ambas golpeamos la pared y la pesada puerta se cerró. Mi tía me agarró de los cabellos y me lanzó hacia Young Soo.
- ¡Abran!
Gritaba ella, golpeando con fuerza la puerta, pero iba a ser inútil, ella debía de saber que iba a ser inútil.
- Young Soo…
Me arrastré hacia mi amiga, sintiendo el calor del fuego.
- Cuando salgamos de aquí… - dijo Young Soo con voz queda – Le hablaras de mí a tu amigo Siwon
- Saldremos de esta
Le aseguré a ella, tosiendo.
- Ojala esto acabe pronto
Ella volvió a cerrar los ojos.
- ¡No te vuelvas a dormir Young Soo! – le grité - ¡Young Soo!
Empecé a toser. La reducida habitación se estaba llenando de humo y cada vez hacia más calor. Mi tía golpeaba la puerta pero nadie venía ¿Qué podía hacer? Tenía que abrir la regadera y meter a Young Soo debajo, intentar mantenerla a salvo del fuego, tenía que hacer algo con mi reducido conocimiento sobre incendios.
- ¡Ah!
Gritó mi tía y la miré, su ropa se estaba prendiendo fuego. Ella intentaba con desesperación alejarse del fuego, pero era inútil. Tomé a Young Soo y la arrastré hacia la regadera; giré la perilla y un fino hilo de agua comenzó a chorrear. Esa zona no estaba quemándose. Todos los muebles de madera, las partes salpicadas con gasolina y las paredes de concretos, todo estaba caliente, ardiendo.
- Estaremos bien…
Le susurré a mi amiga, tosiendo, era casi imposible respirar.
- ¡Auxilio!
Gritó mi tía, su pierna se estaba quemando. Volteé la mirada, no podía hacer nada por ella, estaba lejos de mi alcance. Mi tía seguía gritando, llorando y maldiciendo el nombre de mi madre.
- Siwon es muy religioso – le empecé a decir a mi amiga – Solo te hará caso si te sabes el “Padre Nuestro” de memoria
- ¿Quién no se lo sabe de memoria?
Preguntó ella.
- Padre Nuestro, que estás en los Cielos
- Santificado sea tu nombre
- Venga a nosotros tu Reino
- Hágase… - Young Soo empezó a toser más – Hágase Señor, tu voluntad, así en el Tierra como en el Cielo
- Danos hoy nuestro pan de cada día
- Perdona nuestras ofensas, así como también perdonamos a los que nos ofenden
- No nos… - tosí, era imposible respirar, era imposible hablar – Dejes caer en tentación
- Y líbranos Señor… - Young Soo comenzó a derramar lágrimas y yo igual – De todo mal…
- Amén
Abracé a Young Soo, ella ya no respiraba. Lloré con la poca fuerza y oxigeno que me quedaba. No podía terminar así, no podía terminar todo así. Los gritos de mi tía se hicieron más fuertes, ahora era su brazo el que se quemaba. No podía ser este el final. Me estaba quedando sin fuerzas, ya no podía más, dolía respirar. Cerré mis ojos…
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Fin del MARATÓN


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