Capítulo 9
***
Me castigaron, aunque expliqué que me había quedado dormida
y que había estado estudiando, a mi tía no le importó mucho, me castigó de
todas formas. No iba a poder salir en toda la semana, eso significaba otra semana
más sin ver a Kangin. Pero entonces vi el lado positivo, Donghae había dicho
que haría su parte del trabajo, eso me sacaba mucho peso de encima, y eso lo
podía aprovechar en ver a mi novio. SNU no estaba muy lejos del Royal, él podía
ir o yo podía ir a verlo, no iba a perderlo de nuevo. Me cambié la ropa por el
piyama y me dormí, pensando en él y pensando en el príncipe de pacotilla que
por fin iba a ser responsable.
El
domingo pasó sin novedad, salvo que Jin salió con el príncipe y luego salieron
noticias sobre ello. Se especulaba que Kim Jin Kyong, hija del empresario Kim
Jung Hee, sería la futura reina de Corea.
Me reí al recordar las palabras de Sun Hee sobre
nacionalizarse canadiense si Jin se convertía en reina. Me puse a pensar en el
príncipe, aún me sentía agradecida con él, era sábado en la noche y no había
nadie que me pudiera ayudar, de por sí era un milagro que él me haya ayudado.
El lunes por fin llegó y como siempre le mandé un mensaje a
Sun diciéndole que iba a ir. Me senté en mi mesa habitual, el lado más
escondido de la biblioteca y abrí mi primer libro. Me sentía por primera vez
aliviada, me sentía libre aunque aún estaba estresada por terminar todos los
demás trabajos y ponerme al día.
- ¡Ratona!
Dijo una voz y yo pegué un salto.
- Hola… - saludé, llevándome una
mano al pecho – El infarto era innecesario
Le dije al príncipe de pacotilla, él solo sonreía.
- Lo siento… - se disculpó él –
Ten…
Me entregó varias hojas y se fue. Las observé, eran
resúmenes de libros. Me quedé impresionada, estaba todo ahí. Me levanté de mi
asiento, tomé mis cosas y salí corriendo de la biblioteca. Miré por todos lados
y no lo encontré. Estaba furiosa, muy furiosa con el príncipe de pacotilla. Por
fin lo vi y corrí hacia él.
- Tú ven conmigo – le pedí,
arrastrándolo del brazo lejos de los demás. Le mostré las hojas y él las miró
sin entender - ¿Qué es esto?
- ¿Mi parte del trabajo?
- ¿Cómo lo hiciste?
Le pregunté.
- ¿En la computadora? – me
contestó – Revísalo si quieres, todos esos libros ya los he leído y hacer
resúmenes me resulta fácil y…
No quise escuchar más, si me quedaba iba a golpearlo y sus
guardias me atacarían. Me di media vuelta y me fui, dejándolo a él parado con
las palabras en la boca. Él me tomó del brazo y me jaló, yo volteé a verlo con
enojo.
- ¡Suéltame!
Le ordené, zafándome de su agarre.
- ¿Qué está mal? – me preguntó –
Hice el maldito trabajo y aún así estás enojada, eres una exagerada
- No estoy exagerando
Me defendí, sintiendo deseos de pegarle. Como muchas otras
veces, las personas se amontonaron a ver por qué discutíamos ahora. En toda la
mitad del semestre siempre discutíamos, siempre hacía algo que me enojaba, todo
el tiempo estaba enojada con él.
- Claro que sí – soltó él -
¿Ahora qué hice de malo? ¿No puse una coma? – preguntó molesto – ¡¿Por qué
estás enojada mierda?!
- ¡Porque eres un egoísta! –
grité y él me miró sin entender - ¿Sabes las cosas que he tenido que hacer para
poder tener la mitad del proyecto a tiempo? – le pregunté y él se quedó
estático, al parecer sí lo sabía - ¡Estoy a punto de reprobar una materia! ¡No
duermo ni como! Y por si fuera poco ¡Mi relación con mi novio se está yendo al
caño porque no tenía tiempo de verlo! – grité, él no tenía expresión alguna,
parecía en otro mundo - ¡Tuve que esperar a desmayarme para que quisieras hacer
tu parte! – grité aún más alto. Pude ver que todas las personas presentes
miraban con sorpresa al príncipe – ¡Eres un maldito egoísta! – le empujé, él se
veía extraño, como… arrepentido - ¡Solo te importa tu persona! ¡¿Qué clase de
rey serás si no te importa ni un carajo nadie además de ti?! ¡Eres un bueno
para nada y te odio! ¡Ojala el rey abdique a favor de la princesa Jae Hwa,
porque no quiero vivir en un país que esté bajo tu cargo!
Él no dijo nada, me miró y luego se fue. Todos lo miraron y
luego me miraron ¿Qué había sido eso? ¿De nuevo me había pasado? Sun Hee
apareció junto a mí y me entregó un pañuelo desechable, no me había dado cuenta
de que estaba llorando. Entramos en clases, él no fue. En todo el día no lo
volví a ver, me sentí preocupada por ello pero luego se me pasó al recordar la
razón por la cual estaba enojada. En la noche volví a casa y cené con mi prima.
- Y todo es fabuloso, me siento
muy bien con mis compañeros – decía ella mientras comía su ensalada – Y mi
pareja de baile es muy atractiva
- ¿Más que el príncipe?
Pregunté divertida y Jin se sonrojó.
- No, obvio no – Jin sonrió – Lo
raro es que no me ha llamado en todo el día y yo he estado demasiado ocupada
como para llamarlo
- Él es el hombre, él debe de
llamarte
Dije, cruzándome de brazos, a veces tenía un pensamiento tan
sexista.
- Con él es diferente – me
explicó – No le gusta estar solo, así que si no lo llamo, él me llama, porque
no le gusta estar solo
Miré a mi prima y me di cuenta de que ella conocía a fondo
al príncipe. Para mí él solo era un niño berrinchudo y tonto, pero para ella
era totalmente diferente. Tal vez sí debía de conocerlo mejor, pero al mismo
tiempo pensaba que iba a ser una pérdida de tiempo. Terminamos de cenar y
fuimos a su habitación a ver el canal de farándula, ella amaba ese canal.
- Hoy se te ve menos muerta – dijo
Jin - ¿Pasó algo?
- Sí – contesté sonriente – Por
fin mi compañero idiota quiso hacer el trabajo y ahora podré respirar
- ¿Tu compañero no era el
príncipe?
Preguntó Jin.
- Sí, por eso dije “Mi compañero idiota”
- Ay… Min
Rió mi prima y yo igual.
- Otro escándalo para el príncipe heredero al ser visto destruyendo los
autos de un estacionamiento
Mi prima y yo nos miramos y luego vimos el televisor. Jin
alzó el volumen y nos sentamos a ver la noticia sobre el príncipe. En la
televisión apareció el príncipe siendo seguido por un centenar de reporteros,
él lucía enojado, y tenía los nudillos ensangrentados.
- ¿Por qué lo hiciste?
Le preguntaba un reportero.
- ¿No temes que tu puesto en la corona?
El príncipe entró en su auto y cerró la ventana. Se veía
cómo sacaba su celular y entonces el teléfono de Jin sonó. Ella contestó al
instante.
- Te estoy viendo en la tele –
contestó ella – Sí, cálmate – le pidió – Ya sabes, no debes de hacer caso a lo
que dicen los reporteros… Tienes que volver a la universidad – Jin tenía cara
de preocupación – Si los ves ahí, solo ignóralos… De acuerdo, cuídate
- ¿Él está bien?
Pregunté.
- Alterado – contestó ella – Algo
le debe de haber sucedido en la universidad
Miré el televisor ¿Habré sido yo? Y si así fuera ¿Tenía que
disculparme? Sun me había dicho que no me disculpara cuando de reprenderlo se
tratase, pero me sentía culpable por ello. Apagué el televisor y fui a mi
habitación. Me recosté en mi cama y miré el techo, solo podía pensar en
Alexander y en lo mal que lo había tratado. Él era un pésimo príncipe, pero ni
hasta la persona más infame merecía ser trataba de esa forma.
La mañana siguiente conduje a la universidad y me topé con
Sun en la cafetería, tenía los brazos cruzados y el ceño fruncido. Caminé hacia
ella y la saludé, ella no se veía feliz con mi presencia. Me senté a su lado y
le di un sorbo a mi café.
- ¿Algo está mal?
Le pregunté.
- Sí – contestó ella – Es Donghae
– la miré – No quiere salir de su habitación, en verdad se toma muy apecho lo
que le dices
- Tal vez porque soy la única “plebeya” que se lo dice
Rose asintió a mis palabras.
- Él sabe que algunos americanos
lo creen un chiste, pero jamás hubo uno que se lo dijera en su cara
- Creo que fui muy ruda con él
- Lo mismo pienso
Sentí un estremecimiento al oír eso.
- Tú fuiste la que me dijo que no
debía de disculparme por decirle las cosas como son
Le recordé.
- Sí, pero esa vez fue la primera,
jamás pensé que cada que te lo cruzara le recordarías lo decepcionante que es –
las palabras de Sun eran como piedras para mí, no me agradaban – Es como si lo
vieras y le dijeras “Hola, me
decepcionas”
No pude evitar reír con ello.
- Tienes razón, me equivoqué, pero
es que…
- No te olvides del estatus que él
y yo tenemos
Me interrumpió ella.
- Lo siento… su alteza
Asentí con la cabeza.
- Déjalo así, conmigo no es el
problema – miré a Sun, tenía la expresión más relajada – Habla con él,
convéncelo de salir de su habitación
Asentí con la cabeza y caminamos hacia nuestra primera
clase. Me sentía mal por el príncipe de pacotilla, no había sido mi intención
hacerle daño, solo estaba molesta. A veces cuando me enojo demasiado no
controlo lo que digo, y tenía que admitir que en todas nuestras discusiones, siempre
le terminaba restregando algo que no tenía nada que ver con el tema de la
discusión. Tan pronto como terminó la clase caminé sola hacia la residencial
estudiantil, esta vez los guardias ya no impidieron el paso, solo me informaron
que el príncipe estaba indispuesto.
- Igual quiero verlo
Les pedí y estos asintieron. Toqué la puerta y no obtuve
respuesta alguna. Golpeé más fuerte aún, escuché un gruñido y me entraron
deseos de huir. Escuché pasos arrastrarse y entonces la puerta se abrió.
- ¿Qué haces aquí, Ratona?
Preguntó el príncipe. Tenía los ojos rojos al igual que las
mejillas, se balaceaba de adelante hacia atrás y tenía una sonrisa boba en el
rostro, estaba ebrio. Entré en su habitación y él cerró la puerta, caminando
tambaleante a su cama, se sacó la camiseta y se recostó.
- Quería ver cómo estabas
Contesté, sentándome en un sofá puff.
- Bueno, ya me viste, estoy… - el
príncipe hipó y soltó una carcajada – Estoy bien…
- No, no es cierto
Le dije, mirándolo fijamente, el tatuaje que tenía en el
hombro se veía aún más negro.
- ¿Y qué más te da? – me
preguntó, mirándome aún con su sonrisa boba – Ya puedes largarte
- No me largues – le pedí,
intentando mantener mi humor de calma – Vine porque…
- ¿Por qué? – me preguntó,
sentándose en el sofá - ¿Por qué te preocupas por mí?
Él rió y yo me levanté. Él me miró con seriedad y luego rió
de forma burlona. Enojada, y antes de que comience a gritarle de nuevo, caminé
hacia la puerta.
- Vine porque me sentí mal por lo
que te dije ayer – volteé a verlo, él se veía sorprendido – Prometiste hacer tu
parte, yo prometo no volver a decirte algo hiriente
- Pero me lo merecía…
Donghae bajó la mirada, sentí un nudo en el corazón.
- Yo ya te dije – él me miró –
Nadie merece ser tratado de esa forma todo el tiempo
- Tú me tratas así todo el tiempo
- Y lo lamento – me acerqué de
nuevo a él – A veces me enfado mucho, como tú que rompes cosas, yo hiero
- Eso está muy mal – él me miró
fijamente – Nunca debes de herir a las personas por placer
- Es… es la primera vez que te
oigo decir algo inteligente
Reí y él también.
- Te dije que no soy tan estúpido
como crees – el príncipe volvió a recostarse en su cama y miró el techo –
Deberías cambiar tu forma de ser
- Mira quien lo dice
Me burlé y él me miró con el entrecejo fruncido.
- Yo tengo una excusa, tú ninguna
- Cuando te arrebatan lo que más
quieres… no le puedes encontrar lo bonito a la vida
- Te sorprendería la similitud con
mi caso – dijo él – Al parecer no somos tan diferentes, ambos estamos amargados
Yo lo miré anonadada. No estaba amargada, es decir, sí, le
renegaba a la vida por dejarme huérfana y hacerme vivir en un lugar que no me
agrada lleno de reglas y lujos, pero mi actitud hiriente siempre la tuve.
Cuando me enojaba con mis amigas les restregaba sus bajos rendimientos en la
escuela o a Kangin le restregaba sus vicios. Tal vez si estaba amargada, porque
mis amigas se aprovechaban de mí y mi novio no era perfecto, siempre renegaba
por ello, ahora renegaba por mis padres y renegaba por esta nueva vida, incluso
renegaba de estar en la universidad de mis sueños, nunca iba a ser feliz porque
todo lo renegaba. Pensé en Kangin, él sí me hacía feliz, lo conocía de toda la
vida y llevábamos juntos un muy buen tiempo, dos años. Pero siempre iba a haber
algo que me disgustara de él, nunca le iba a encontrar la perfección y eso me
enojaba. Él podía ser muy lindo a veces, pero otras veces, sentía que le
importaba muy poco mi persona, era como si solo se acordara de mí un día a la
semana mientras que yo pensaba en él las veinticuatro horas del día, los siete
días de la semana.
- Ambos deberíamos cambiar nuestra
forma de ser
Terminé diciendo.
- No sé cómo, he sido así toda mi
vida
- Yo siempre me he sentido
disconforme con todo y nunca me quejo, incluso me engaño a mí misma pensando
que todo es perfecto
Tuve que admitir. Él solo me miró y esbozó una sonrisa. Dejó
escapar un suspiro y buscó debajo de su cama un six-pack de cervezas.
- Ten – me ofreció una lata y yo
la tomé – Eres muy joven para sentirte disconforme con tu vida
- Me gusta mi vida, pero a veces
siento que todo lo que tengo es porque me forzaron a tenerlo o simplemente no
me gusta algo en mi vida
- ¿Cómo qué?
Me preguntó, tomando un sorbo de su cerveza, yo lo imité.
- Mis amigas, mis padres, incluso
mi novio – le contesté, sin saber exactamente por qué hablaba de mi vida con él
– Yo no escogí a mis amigas, ellas me escogieron a mí porque querían que les
hiciera las tareas o le pasara las respuestas de los exámenes, ni siquiera me
agradan realmente todas son una…
- ¿Perras?
- Sí – contesté, tomando otro
sorbo más – Son tan… idiotas y huecas… y yo jamás me quejo
- ¿Y tus padres?
- Yo amo a mis padres – terminé de
beber mi cerveza y tomé otra lata – Pero a veces me frustraba que las malas
decisiones de mi padre nos perjudicara, además mi mamá era una inútil, ella era
la hija y yo la madre. Y mi papá no tenía dinero para nada, nunca podíamos
estar a tiempo en las cuentas, nunca podía tener ropa cuando la necesitaba, a
veces tenía que prestarle de lo que ganaba como mesera
- ¿Eres pobre?
Me preguntó él, alzando una ceja y bebiendo otro sorbo de su
cerveza.
- Sí, se podría decir
- ¿Cómo es que pagas la Royal? –
preguntó – Si me dices que eres becada me voy a odiar más
- Me la pagan mis tíos
Contesté y él bebió un sorbo largo, de nuevo lo imité.
- Entonces te disgustaba aquello –
yo asentí a sus palabras, sus ojos de nuevo se habían puesto rojos y de nuevo
esbozó esa tonta sonrisa - ¿Y tu novio?
- Eso tampoco lo elegí yo –
contesté – Mis amigas me lo presentaron y a él le gustaba por… - señalé mi
cuerpo – Y no por mi forma de ser. Mis amigas me decían que yo le gustaba y que
me vería linda a su lado – empecé a recordar – Y a tanta insistencia le acepté
una cita y me di mi primer beso y luego ya éramos novios. Pero a veces es muy
irritante, incluso más que tú – el príncipe rió y yo no pude evitar hacer lo
mismo, abriendo otra lata – A él le molesta mucho que estudie tanto, que no
tenga tiempo para ir a una fiesta o para verlo. Si me hubiera visto primero por
mi forma de ser en lugar de mi aspecto, no pasaría eso. Pero ahora siento que
no puedo vivir sin él, hemos estado todo un año lejos el uno del otro
- No creo que lo ames realmente
- Sí lo amo – fruncí el entrecejo
al oírlo – Y sé que me ama, solo que a veces es muy… frío
- Pues entonces no te ama como
debes y mereces
Miré al príncipe, este abrió su tercera lata y la chocó con
la mía.
- ¿Tú sabes mucho al respecto?
- Si tuviera una novia, no dejaría
que ningún pendejo se le acerque – reí al oír eso – Le recordaría todo el
tiempo lo enamorado que estoy de ella y la haría sentir como una princesa
- No deberías hacer lo último,
puede que se la crea – le dije y él me miró – A nuestra edad las relaciones van
y vienen, no a todas les vas a prometer que serán princesas, recuerda que eres
el príncipe y esa frase tiene otro sentido
- Es una mierda ser príncipe –
Donghae terminó de beber su lata y yo también, luego sacó otro six-pack. Me
agaché para ver cuántos tenía, me quedé sorprendida, fácilmente podía abrir un
bar de cervezas en su habitación – Jamás he tenido una novia porque pienso que
ninguna me va a querer por quien soy, solo por ser el príncipe heredero – él
abrió una lata y me la entregó, luego se abrió una él, yo ya me sentía algo
mareada – Y eso es una mierda, nunca sabes quién es honesto
- Oh, pues conmigo no te debes de
preocupar, precisamente es por ser príncipe que no me agradas
- Entonces tú deberías ser mi
novia
Lo miré fijamente, él tenía los ojos cerrados y bebía su
cerveza.
- Creo que ya fue mucho alcohol
para ti
Le dije, quitándole la lata.
- Es mía, no tuya
Se quejó él, intentando recuperar su lata.
- Sí, pero ya estás muy ebrio
- No es cierto – soltó un hipido –
Bueno, tal vez…
- Bueno… te traeré café bien
cargado
Le dije, caminando tambaleante hacia la puerta.
- ¡Ratona! – me di la vuelta –
Gracias por venir…
Le sonreí y salí de su habitación. Los guardias me miraron,
uno hasta tenía una sonrisa en el rostro, eso me hizo sonrojar. Caminé hacia la
cafetería, vi mi reloj, aún quedaba mucho tiempo para la siguiente clase.
Compré cuatro cafés, él iba a necesitar mucha cafeína para la borrachera. Volví
a la habitación y él me abrió la puerta, recibiéndome con un fuerte abrazo.
- ¡Ratona, volviste!
Dijo él, soltando una risita. Su aliento apestaba a cerveza,
y lo aparté. Él se tambaleó a un lado y yo miré el suelo, había bebido más. Lo
miré severamente, él solo reía y me extendía los brazos para que lo abrazara de
nuevo. Yo solo le entregué un vaso de café.
- Bébelo
Le ordené y él solo tomó el vaso.
- ¿Qué es?
- Café – contesté mientras él bebía
un sorbo – ¿Por qué seguiste bebiendo?
- Porque sí – contestó él
sonriente – Porque la vida es una mierda – agregó – Porque nadie entiende,
nadie quiere entender cómo me siento – se sentó en su cama y se cubrió el
rostro con sus manos – A nadie le importo realmente, solo les importa la buena
imagen de príncipe que debería de tener
Jamás había visto a un chico llorar excepto en las
películas, pero nunca había tenido a uno en frente, y menos a uno que se viera
tan destrozado como él. Sentí lastima por él y una urgencia de abrazarlo y
consolarlo se apoderó de mí. Él lloraba desconsoladamente y yo no sabía qué
hacer. Miré mi reloj, faltaba poco para que la clase comience, y yo seguía en
la habitación de Donghae. No me podía ir, no dejándolo así, tenía que hacer
algo, pero no se me ocurría qué. Él seguía llorando y yo dejé el reloj de lado,
avancé hacia Donghae e hice lo primero que se me ocurrió, abrazarlo. Me senté a
su lado aún abrazada a él, comencé a acariciarle la espalda de arriba abajo,
esperando a que se calamara. Donghae rodeó mi cuerpo con sus brazos y yo lo
abracé aún más fuerte.
- Calma…
Le pedí.
Entonces él se separó un poco de mí. Sus ojos estaban rojos al igual que su
nariz, tenía rastros de lágrimas en las mejillas, se veía miserable. Jamás pensé
que la vida de un príncipe pudiera ser triste, pensé que era linda y llena de
glamour, pero él sufría, era una vida solitaria y él solo quería a alguien que
se preocupase por él; Jin me lo había dicho, yo no lo comprendía, él era un
incomprendido. Miré a sus ojos, estos me miraban fijamente, se veían tristes,
desolado. Por un segundo creí poder ver su alma, era como un niño triste, y
técnicamente era un niño, se comportaba como uno. Él era irritante, me irritaba
todo el tiempo, pero en ese momento lo único que quería era tranquilizarlo,
hacerlo sentir feliz, no miserable, porque me recordaba lo miserable que me
sentía yo y lo mal que lo trataba. Volví a ver sus ojos, había algo extraño en
ellos, algo que hacia que mi corazón se acelerase. No me di cuenta cuando el
espacio entre nosotros dos desapareció, solo fui consciente cuando ya lo estaba
besando.
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