Capítulo 8
- La noche del viernes, el príncipe fue visto entrando a un club
nocturno, horas después fue visto siendo echado del lugar por estar demasiado
ebrio
Decían las noticias. Yo solo miraba mi tazón con cereal. Me
sentía un poco mal, si el príncipe de pacotilla se había enojado era por las
cosas que le había dicho. Me metí una cucharada de cereal en la boca y me sentí
como una idiota; él había sido malo, él era el idiota ¡Él, no yo!
- ¿Entonces no nos veremos hoy?
Preguntó Jin.
- ¿Qué no entiendes? – preguntó
la voz del príncipe desde el celular de mi prima - ¡He dicho no! – gritó – No
estoy de humor Jin Kyong
- Pero no dejes que la prensa te
moleste, tú se tú, que no te moleste…
- ¿Qué no sabes decir algo más? –
preguntó con ferocidad el príncipe y mi prima miró su celular con miedo -
¡Siempre me dices la misma mierda!
- Lo siento…
- No… yo lo siento – se disculpó
– Luego hablamos Jin
- Adiós
- Adiós, te quiero
- Yo igual
Miré a mi prima, mientras pinchaba una salchicha más. Ella
se veía realmente deprimida. Ahora sí me sentía mal, mi pleito con el príncipe
estaba afectando a mi prima, este era otro motivo para odiarlo más, dañaba a
Jin.
- No le hagas caso… es un idiota
Dije y ella sonrió.
- Deberías conocerlo, solo así te
agradaría – me dijo ella y yo negué con la cabeza – Bueno… tengo clases
Me
despedí de ella y yo de nuevo me encerré en mi habitación a seguir redactando.
Aún me faltaba la mitad del trabajo, no lo iba a poder terminar y sería otra
materia que reprobaría. Fui a la universidad y me encontré con Sun en la
biblioteca, me sentía exhausta, pero necesitaba estudiar.
- Donghae no ha salido de su
habitación en todo el día – me comentó Rose – Sé que lo hacías por una buena
causa, pero… no sé… se ve muy mal, ni siquiera quiso desayunar
- Pues me vale verga – solté y Sun
me miró con tristeza – Él se lo buscó, que sea un príncipe no quiere decir que
pueda hacer lo que le pegue su gana
- Yo solo digo… aún sigue siendo
mi primo
Miré a Sun y suspiré.
- Lo siento Sun, tienes razón.
Está bien que lo defiendas
- No lo defiendo – me dijo y la
miré confundida – Es solo que… a veces me da pena… él es tan… triste
- ¿Cómo puede ser triste alguien
que lo tiene todo?
Pregunté con la ceja alzada.
- Te sorprendería
Fue lo único que me dijo y yo me quedé pensativa. Tal vez
ella tenía razón; las personas siempre dicen que las cosas y el dinero no
compran la felicidad ¿Pero un príncipe puede ser infeliz?
Zanjamos el tema y volvimos a los libros. Iba leyendo “Cien años de Soledad[1]”
Me gustaba la parte en la que Aureliano
Buendía le daba collares de oro a Remedios
Moscote, era romántico en un sentido bizarro. Me estaba entreteniendo tanto
cuando mi teléfono empezó a sonar, era Kangin
- Hola amor
Le saludé.
- Hola baby – me saludó él y yo sonreí – ¿Quieres salir hoy día?
- Yo… lo siento es que…
- ¿Tienes demasiado trabajo?
- Lo siento
Me disculpé, sintiendo el arrepentimiento en mi pecho.
Quería decirle que sí, que lo extrañaba, pero no podía, el príncipe había
absorbido mi vida.
- Déjalo así, bueno… ya nos
veremos otro día
Su voz era de amargura, me sentí enojada con el príncipe de
nuevo.
- Kangin…
- Adiós Min… estudia
Colgó.
Miré mi teléfono y sentí las lágrimas llenar mis ojos. Por culpa del príncipe
no había podido ver a mi novio en mucho tiempo, pero también fue mi culpa, yo
lo había permitido. Volví la vista a mis libros y esperé a que eso no me
afectara. Sun y yo fuimos a la cafetería, ahí vi al príncipe con la chica del
cabello rizado conversar amenamente. No era justo que él pudiera estar con
cualquier fulana mientras yo no podía estar con mi novio.
***
Volteé la vista, la rata de biblioteca me miraba. Seguí
prestando atención a Sully, ella hablaba de lo increíble que era, eso me gustó.
La rata cuatro ojos, me había arruinado mi día anterior, pero no le iba a dar
el gusto de que me viera mal.
- Me gustan tus ojos, son tan…
lindos
- Son solo ojos…
Dije, esa chica era rara.
- No… son distintos
Volvió a decir
- Son solo ojos
Volví a decir, viendo cómo ella sonreía de forma estúpida.
- Di algo en principesco
- ¿Principesco?
- Sonó tan lindo
Dijo ella y yo intenté con todas mis fuerzas no reír.
- Bueno… si me disculpas…
Me levanté y caminé fuera de la cafetería, mirando de nuevo
a la rata de biblioteca. Se veía cansada, tal vez si estaba siendo
desconsiderado. Pero no creía que leer libros y escribir resúmenes fuera tan
trabajoso, yo no lo hacía porque simplemente no me daba la gana. Recordé lo que
mi padre y la prensa decía. Yo no solo mostraba mi cara en la universidad,
realmente me gustaba lo que estaba estudiando, era interesante y la mayoría de
los libros que nos pedían leer ya los había leído cuando era pequeño como pate
de una buena educación de un príncipe.
Llegué a mi habitación y encendí la televisión, estaba dando
“A Walking to Remember” mi película
favorita. Me gustaba ver el amor incondicional de Landon y Jamie, era bello. A
mí me gustaría encontrar a una chica que me amase por lo que era, no una Sully
que solo servía para alabarme, o una Jin que solo me decía lo que quería
escuchar. Quería una con la que pudiera pelear, que me diga si hacía algo mal,
que me felicitara lo bueno, me diera consejos, me cuidara, le gustara las
mismas cosas que a mí, como el frappuccino de mocha. Quería a alguien que le
gustara pasar el tiempo conmigo, que nunca me deje solo y sobre todo, que me
ame por ser solo Donghae.
La película terminó con la boda de los protagonistas y la
muerte inevitable de Jamie. Me puse a pensar en mi padre, él tenía leucemia,
irónico. Mamá lo amó demasiado, y él a ella, toda mi infancia los vi tomados de
la mano y dándose besos por todas partes del Gyeongbokgung. Extrañaba mucho a
mi madre, todos la extrañábamos. Me sentí solo de nuevo. Cuando era pequeño, mi
padre a veces no podía estar con nosotros, pero mi mamá siempre estaba ahí,
siempre conmigo, siempre diciéndome lo mucho que me amaba. Pero ya no estaba,
ya no había nadie en el palacio que me quisiera tanto como ella, dudaba que
hubiera alguien que me quisiera, salvo Jin, pues estaba seguro que toda Corea
me odiaba por mi comportamiento. Sentí mis ojos llenarse de lágrimas y respiré
hondo. Miré al techo y cerré mis ojos, derramando las lágrimas, quería solo
desaparecer, o que todos desaparecieran.
Caminé hacía la biblioteca, solo había ido ahí para poder
dormir y leer uno que otro libro, y bueno, hacer las tareas que nadie quería
hacerme por más dinero que les diera. Les dije a mis guardias que se quedaran
afuera de la biblioteca, no creía que un asesino se pudiera esconder en una
biblioteca. Entré y vi que la bibliotecaria tampoco estaba, igual entré y
caminé hacia mi mesa de siempre, en el lugar más apartado de todos. Doblé la
esquina y me encontré con una escena horrorosamente familiar.
- ¡Ratona! – grité, acercándome a
la chica que yacía en el suelo al lado de un charco de sangre - ¡Ratona!
Las imágenes volvieron a mi mente, mi madre en la arena
mientras esta se tornaba roja. Corrí hacia la salida y llamé a mis guardias,
juntos volvimos donde la ratona estaba. Ellos la cargaron y juntos corrimos
hacia la enfermería mientras yo intentaba llamar a Sun Hee, esta no me
contestaba. La enfermera era una mujer chaparrita, estaba con una chica que
debía de ser su hija por el parecido, a ella la había visto con anterioridad en
la universidad, debía de ser una alumna.
- ¡Alteza!
La enfermera me miró preocupada.
- Ayuda, la encontré… - mis
guardias entraron en la enfermería – Ella…
- ¡Oh Dios! – exclamó la chica -
¡Recuéstenla! – les ordenó - ¿Qué le hiciste?
- ¡¿Cómo que qué le hice?!
Pregunté molesto.
- Tú y ella siempre pelean
Me dijo ella, colocándose el estetoscopio.
- Ella está…
- Está desmayada
Me informó.
- Pues yo no tuve nada que ver, la
encontré así
Me crucé de brazos mientras la enfermera ponía alcohol en un
algodón y se lo ponía en la nariz, no había notado que de ahí había salido la
sangre. La pelirroja odiosa seguía revisando a la ratona y luego me miró de
forma severa.
- ¿Sabías que ella se queda hasta
tarde estudiando? – me preguntó y yo me encogí de hombros – Casi nunca come
porque tiene muchos trabajos – miré el suelo, no era su trabajo, era el mío -
¿Tanto trabajo les dejan en la facultad de literatura?
- Sí… más o menos
No sabía qué contestar.
- Su amiga, la princesa Im Sun
Hee vive enfrente de mí – me informó – La oí decirle a una chica, que ella está
a punto de reprobar una materia por el exceso de trabajo que tiene, y que no
duerme lo suficiente
- Es solo leer y escribir – dije
- ¿Dónde está el esfuerzo?
- En hacer espacio para todo
- Debe de cuidarse – dijo de
pronto la enfermera – Le puede dar anemia – me estremecí al oír eso – Y si
sigue con ese ritmo, podría morir
Me quedé viendo a la ratona desmayada. Era mi culpa, si
estaba enfermando era mi culpa. Me sentí como un imbécil, ella había soportado
todo eso y yo era un patán con ella. Me le acerqué, se veía pálida, indefensa…
Le quité los anteojos y los dejé en la mesita al lado del a camilla.
- ¿Cuándo va a despertar?
Le pregunté.
- Despertará sola, debe de estar
cansada
Contestó la pelirroja odiosa.
- ¡Despierta Ratona! – golpeé el
colchón - ¡Grítame de nuevo por favor!
- ¡Déjala descansar!
Pidió la pelirroja, yo no le hice caso, arrastré una silla y
me senté al lado de la ratona de biblioteca.
- ¿Quieres que te traiga algo de
la cafetería mamá?
Le preguntó la pelirroja a la enfermera.
- Pueden irse a cenar, yo me quedo
a cuidarla
Me ofrecí.
- No creo que…
- Yo lo haré – volví a decir,
parándome delante de ella e irguiéndome – Es una orden
- De acuerdo… - aceptó la
pelirroja algo nerviosa – Su alteza…
La chica hizo una reverencia y salió con la enfermera. Me
quedé observando a la ratona, se veía tan pálida y yo me sentía tan culpable.
No sabía que ella no comía ni dormía, Rose nunca me dijo nada, si lo hubiera
sabido, yo…
- Ay, mi cabeza
Miré a la Ratona, se estaba sobando la frente.
- ¡Ratona, estás viva!
Exclamé con los brazos alzados.
- ¡¿Qué carajos?!
Ella me miró sorprendida.
- Te desmayaste
Le contesté y ella miró todo lo que la rodeaba.
- ¿Me trajiste hasta acá?
Preguntó ella, aún con el tono de sorpresa.
- Sí
Contesté.
- ¿Tú solo?
Me preguntó.
- Sí… bueno, ellos te cargaron
Señalé a mis guardias.
- ¿Por qué?
- ¡¿Cómo que por qué?! – pregunté
- ¡Estabas en el suelo y… sangrabas!
- Gracias…
La miré fijamente y sonreí. Esa chica podía ser irritante a
veces, pero ahora no tenía deseos de golpearla como siempre. Volteé a ver a mis
guardias y les dije:
- Tráiganle la cena, algo con
muchos nutrientes
Mis guardias me miraron y salieron rápidamente de la
enfermería. Volteé a ver a la chica, ahora me miraba con miedo. Yo reí, era tan
cómica aquella muchacha.
- No te hagas ilusiones – le dije
y ella me miró ceñuda - ¿Por qué no me dijiste que habías dejado de comer y
dormir por hacer el maldito trabajo?
- No solo es uno, son tres –
mierda, lo había olvidado, éramos pareja en varios cursos – Y cada vez que
hablo contigo terminamos gritándonos
- Ahora no estamos gritando
Le dije y ella sonrió.
- Lamento lo que dije ayer
La miré, ella se miraba sus manos, se veía preocupada.
- Descuida… estoy acostumbrado
- Ni aunque estuvieras
acostumbrado, una persona no debería escuchar esas cosas todos los días – ella
me miró – Yo no podría
- Que bueno que no eres yo
- No veo cuál es el punto de tu
mal comportamiento – me dijo de pronto y yo la miré fijamente – Si tanto te
afecta, cambia
- No quiero cambiar mi forma de
ser para hacer felices a los demás
- Eres un idiota – me dijo ella de
pronto y yo me sentí enojado – Es decir… ¡Serás el rey con un demonio! – me
miró con enojo, ya no dejé de mirarla - ¿Cómo puede no importarte eso?
- Claro que me importa
Me defendí.
- Pues no parece – ella se veía
enojada conmigo – Tú forma de actuar, solo causará que el parlamento se ponga
en tu contra
- Así soy… nadie me puede cambiar
- Tú me dices “Rata de biblioteca” – me dijo ella, yo la miré sin entender – Pero
la verdad es que me encanta ir a fiestas, estar con mis amigos, y hacer locuras
– ella me miró – Puedes seguir siendo como eres, pero no puedes ser ese chico
cuando necesitan al príncipe heredero ¿Entiendes?
Claro que entendía, por supuesto que entendía ¿Pero cómo
podía hacerlo? Estaba acostumbrado a hacer lo que me daba la gana, nunca nadie
me había detenido y ahora era la vergüenza de la familia real. Necesitaba
remediarme, demostrar que sí era capaz de ser un buen príncipe.
- No sé cómo hacerlo
- Pues entonces eres más estúpido
de lo que pensé – la miré, en verdad me dolían sus palabras – Me decepcionas
No quería seguir escuchando, pero al mismo tiempo quería
seguir escuchando, quería que siguiera insultándome, porque me lo merecía, y
ella era la única que se atrevía a hacerlo. La miré, ella veía su teléfono con
cara de sorpresa que luego pasó al susto. Me miró y luego a su teléfono.
- Me van a matar
Dijo ella de pronto.
- ¿Por qué?
Pregunté.
- Es muy tarde, casi son las once
Me contestó ella, mostrándome su teléfono.
- ¿No le dijiste a tus padres que
te ibas a quedar?
- No – contestó ella, parecía algo
triste – Ya me tengo que ir… gracias por todo
- Espera… tienes que comer algo
Le dije mientras ella se levantaba.
- No puedo, tengo que volar
- ¿Te vas de viaje?
- No tonto, tengo que volar a mi
casa
La chica salió fuera de la enfermería y yo la seguí ¿Por qué
la estaba siguiendo?
- ¿Y si te pones mal en el camino?
Le pregunté y ella se detuvo.
- Tomaré un taxi, no traje mi auto
Me contestó.
- De acuerdo… - la miré de nuevo –
Y Ratona… - ella me miró – Haré mi parte del trabajo…
- ¿En serio?
Preguntó con sorpresa.
- Sí – contesté – Y te lo
compensaré, de veras
- Me vas a deber un millón de
cosas después de este semestre
Ella sonrió, con su sonrisa no parecía tan fea.
- ¿Quieres un millón de wons?
Ella rió.
- Tal vez que tú hagas mis deberes
hasta que terminemos la universidad
Dijo ella.
- ¿En serio no quieres el millón
de wons?
Pregunté con fingido miedo, ella volvió a reír.
- Adiós príncipe de pacotilla
Agitó su mano.
- Adiós ratona
Hace unos instantes me estaba insultando y ahora me agitaba
la mano en despedida, había sido la noche más rara de mi vida. Me di la vuelta
y regresé a la enfermería. Le expliqué a la enfermera y a su hija que la Ratona
se había ido, y a mis guardias les pedí que le dieran esa comida a alguien que
la quisiera. Regresé a mi habitación y me recosté en mi cama, sintiendo una
presión en el pecho. Miré al techo y un par de ojos cafés aparecieron.
[1]
Obra célebre de Gabriel García Márquez
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