Capítulo 7
Los días habían pasado rápidamente y ya nos acercábamos a la
mitad del semestre. Jin me hacía preguntas constantes sobre el príncipe de
pacotilla, a lo que yo siempre contestaba “No
he hablado con él” Por alguna extraña razón, no quería decirle que yo
estaba haciendo los tres trabajos en pareja, sola. Ella y el príncipe se veían
cada sábado, ella siempre regresaba a casa con una radiante sonrisa y algo
nuevo que contar como “Donghae dice que
me he puesto más bonita” o “Donghae
dice que algún día me llevará a conocer a su familia materna”. Me alegraba
por ella, pero me enojaba que él tuviera tiempo y energías para salir con mi
prima, pero no para hacer los malditos trabajos. Yo me desvelaba constantemente
y me queda dormida en las clases, casi no comía y mi peso disminuyó
drásticamente. Mis amigas me preguntaban si el estrés de la universidad me
estaba consumiendo, yo les contestaba que no, que era mi compañero de proyecto.
Las cosas con Kangin iban cada vez mejor, a veces no nos podíamos ver, y otras
veces teníamos que cancelar las citas a última hora, pero cuando nos veíamos,
la pasábamos muy bien juntos. En verdad amaba a Kangin, era el chico para mí.
- Que nos lean la mano, ven –
pidió Sun, arrastrándome fuera de su habitación – Yang Mi es magnífica, me dijo
que iba a haber examen sorpresa y lo hubo
- Fue una coincidencia
Dije, recordando el día que Sun ingresó corriendo al aula
para decirme que iba a haber examen sorpresa y que leyera un poco. Sí hubo
examen y ambas sacamos las mejores notas. Desde entonces Sun siempre le
consultaba a Yang, y no me dejaba olvidar aquel día.
- Yang Mi, soy Sun Hee
Sun tocó la puerta y una chica alta, de tez pálida y cabello
largo, nos abrió.
- ¡Chicas!
Nos saludó ella con efusividad, haciéndonos entrar.
- Léenos las manos
Pidió Sun, extendiendo su mano. Yang la miró e hizo un
puchero.
- ¿Por qué mejor no las veo por mi
bola de cristal?
- ¡Oh sí!
Aceptó Sun, sentándose en la cama. Ella vivía sola, su
compañera se había mudado a un departamento, y siempre me decía que podía
quedarme a dormir ahí para olvidarme de mi mini palacio en Seongbukdong. Me
senté en el suelo y observé a Yang con su bola con lucecitas dentro.
- Tú… vas a tener todo lo que quieras
– le empezó a decir – Serás una gran filántropa, y ayudarás a tu casa en varios
proyectos dejando el nombre de tu familia en alto
- Genial…
Sun sonrió.
- Tu mascota en casa está enfermo,
deberías de llamar a tu madre
- ¡No Patrick!
Se lamentó ella, refiriéndose a su caballo.
- Y conocerás al amor de tu vida
pronto
- ¿Es en serio? – preguntó ella,
poniendo cara de desagrado – Mis padres se morirían si decido casarme con un
chico que no es de la nobleza – nos informó – No tengo la suerte de Donghae, el
puede elegir a quien sea como su esposa y no le dirán nada – Sun se veía
desanimada, jamás creí que la jovial chica tuviera una espina atravesada –
Ahora a Min Jee
- Bien… - Yang Mi comenzó a
manosear la bola de cristal – Bien… aquí está… tú… - me miró fijamente y vi
miedo en sus ojos ¿A caso iba a morir? ¿Tenía una enfermedad terminal? ¿Una
aneurisma? – Sufrirás mucho – me dijo ella ¡Hello! ¡Ya estoy sufriendo! – Pero
serás feliz al final, serás feliz con tu sufrimiento
- Eso me suena tan Harry Potter y
el prisionero de Azcaban
Dije yo, recordando aquella escena de la película. Mis
amigas rieron y entonces nos dedicamos a hacer tonterías. Regresé a mi casa y
me puse a estudiar, mañana teníamos examen en historia. Cuando iba por la
trigésima página, me quedé dormida, mi cuerpo me estaba pasando factura por el
exceso de trabajo.
A la
mañana siguiente me desperté temprano y tras una relajante ducha, me alisté
para ir a clases. Ya estaba haciendo frio, el frio me hacía recordar a Mokpo.
Conduje hacia la universidad y caminé hacia la biblioteca, mandándole un texto
a Sun sobre mi paradero. Busqué un sitio tranquilo, todo estaba vació, pero yo
quería el rincón más alejado, pues ahí nunca iba a haber nadie. Doblé la
esquina de un estante y me encontré con un muchacho recostado en la mesa.
Solté un quejido al verlo ahí, con sus auriculares y los
ojos cerrados, tan perezoso, tan inútil, tan idiota, tan… tan príncipe de
pacotilla. Me le acerqué y dejé caer todos mis libros, él se despertó
precipitadamente, cayendo de la silla.
- ¡¿Pero qué
mierda te sucede rata de biblioteca?!
Me preguntó, levantándose del suelo y sentándose de nuevo.
- ¿No era cuatro ojos?
Pregunté, para sorpresa mía y al parecer de él también, de
forma divertida.
- Hoy no estoy de humor – dijo y
yo me senté en frente de él, abriendo uno de mis libros – Dije que no estoy de
humor – el me miraba con enojo, yo solo regresé la vista a mi libro - ¡No
quiero verte! – gritó él, arrojando mi libro al suelo, luego pateó la silla -
¡Lárgate!
- ¡Es una biblioteca! – grité yo,
recogiendo mis libros - ¡Tengo tanto derecho, como tú, de estar aquí!
- ¡Pues ve a otra parte!
Me gritó él, empujándome. Lo miré horrorizada ¿Me había
empujado? ¿En serio había hecho eso? ¡¿Qué demonios le pasaba?!
- ¡No me iré! – le grité - ¡Por
si no lo sabes, tengo que terminar tu estúpida parte del trabajo!
- Jóvenes, están en la
biblioteca…
Habló la bibliotecaria.
- ¡Cállese vieja urraca y
lárguese!
Le gritó el príncipe a la anciana que lo miró boquiabierta.
- ¡¿Qué mierda te sucede?! – le
pregunté horrorizada y enojada - ¡Así no se trata a una persona, sobre todo a
los mayores!
- ¡Me importa una mierda! – gritó
él, pateando otra silla - ¡Solo lárguense! – gritó - ¡Quería estar solo pero tú
viniste a joder mi paciencia!
- Lo lamento…
Me disculpé y él al instante se calmó.
- ¿Qué?
Me miró confundido.
- Fue un error de mi parte… -
bajé la cabeza – Lo siento señora Jang – la viejecilla me miró y me dedicó una
sonrisa – Su alteza… - hice una reverencia, la bibliotecaria caminó lentamente
lejos de nosotros – Nos vemos…
- Espera… - me detuvo él,
sosteniendo mi brazo – Lo lamento…
Me volteé y lo miré enojada. Quité su mano con brusquedad y
me le acerqué, fulminándolo con la mirada. Él retrocedió un paso, yo solo lo
miré con enojo.
- Una vez más demostraste que
eres solo un niño incapaz de cumplir con tus responsabilidades y con tan poco
respeto por las personas – él me fulminó con la mirada, por primera vez no me
sentí asustada – Me das asco
Y diciendo esto tomé mis cosas y busqué otro rincón apartado
donde poder estudiar. Abrí mi libro y continué leyendo, aún sin poder sacarme
al príncipe de pacotilla de la cabeza, era tan irritante, tan molesto, tan
odioso. Recosté mi cabeza en el libro y cerré los ojos, estaba mentalmente
agotada.
Abrí los ojos y vi la hora ¡Era tarde! Me había perdido
media hora de la clase. Corrí por el campus y llegué, las personas dentro ya
estaban dando su examen. Me senté al lado de Sun y el profesor me dio mi
examen.
- Tienes solo diez minutos
Me informó. Me apresuré a leer las preguntas, el tema era lo
que estuve a punto de estudiar. Maldije al príncipe de pacotilla en mi mente.
Diez minutos después apenas había hecho la mitad de las preguntas. El profesor
recogió los examen y yo me crucé de brazos, nunca en mi vida había reprobado
algo, nunca en mi vida no había sabido las respuestas de un examen.
- ¿Qué tal te fue?
Me preguntó Sun y yo la miré.
- Horrible – contestó – Cortesía
de tu primito
- ¿Qué hizo? – preguntó y yo le
conté todo - ¡Ese tarado!
- Reprobaré Sun, nunca he
reprobado
Me lamenté.
- ¿Cómo va tu trabajo en grupo? –
me preguntó – El mío va bien, pero somos tres personas, aunque las chicas solo
les gusta hablar de Donghae
- ¿Cómo crees? – le pregunté – A
penas puedo leer los libros, estudiar, hacer los otros trabajos y vivir
- Debes de hablar con él
- ¿Para qué? – pregunté - ¿Para
que me vuelva a empujar y gritar? No gracias
- Ay… Min
- Estaré bien, solo es estrés
- Estoy satisfecho con el
desempeño de ustedes – empezó a decir el profesor – Solo me sorprende una nota,
pero… espero que mejore
Me encogí en mi asiento y esperé a que mi examen calificado
llegara a mis manos. Una “D”, jamás había sacado una “D” Era una letra tan
extraña para mí, pero ahí estaba escrita con rojo, enorme y burlándose de mí.
Guardé mi examen, desde el cielo mis padres debían de estar avergonzados de mí.
En casa me lo restregarían a cada minuto, así que lo escondí bien entre mis
cosas.
- En serio Min, debes de hacer
algo – volvió a decir Sun mientras salíamos del aula – Habla con el profesor,
no es justo que tu enfermes y el tarado de Donghae se lleve la nota gratis
- Puedo con todo
Le aseguré. Almorzamos juntas como siempre, bueno… ella
almorzó y yo tomé una coca cola y comí lo más azucarado que encontré,
necesitaba la energía. Yang Mi se nos unió y comenzó una amena conversación con
Su sobre como detestaba la clase de estadística por un grupo de muchachas que
la trataban mal. Yo solo escuchaba, y al mismo tiempo seguía leyendo los
libros.
- Si quieres, te puedo dar un
resumen de los libros que ya leí
Se ofreció Sun.
- Te lo agradezco
Le dije, recostando mi cabeza en el grueso libro.
- Escuché que te peleaste con su
alteza en la biblioteca
Comentó Yang y yo asentí.
- Es un odioso y me va a sacar
canas verdes
Contesté. El día terminó y yo regresé a mi casa. Aunque
moría por irme a dormir, continué estudiando sentada en mi escritorio. La
puerta de mi habitación se abrió y Jin entró en ella.
- ¿Sabes qué le pasa a Donghae?
Me preguntó ella.
- No – contesté con amargura sin
despegar mis ojos de mi computadora, donde redactaba mi trabajo - ¿Por qué
debería de saberlo además?
- Estudian juntos – me recordó
ella – Y además son compañeros de grupo
- Pues no, no sé que le pasó al
príncipe de pacotilla
- ¡No digas eso! – me reprendió
Jin – Es que… en la mañana me llamó y sonaba muy afligido – levanté la mirada
¿Afligido? – Me dijo que había discutido con su padre por teléfono, al parecer
se filtró información sobre que no hace nada excepto mostrar su rostro – miré
con interés a mi prima – Lo llamó inútil y eso le afectó. Luego dijo que
discutió con una persona en la biblioteca
Me quedé callada. Así que ese era el motivo de su mal humor
y yo lo había hecho sentir peor. Me sentí mal por él, pero entonces recordé
todas las otras cosas malas que había hecho y que no tenían justificación, la
pena se me fue.
- Pues no sabía nada de ello –
mentí – Y por cierto… él te extraña…
A Jin se le iluminó el rostro y salió corriendo de mi
habitación marcado algo en su teléfono. Era un mentira, pero una mentira que
alegraría a dos personas, a ella al pensar que él la extrañaba y a él porque
sabía que ella le sacaría una sonrisa, como la de las fotos. Continué con mi
trabajo y pronto me quedé dormida.
Desperté a la mañana siguiente sintiéndome muy cansada. A
penas y podía sostenerme, necesitaba algo de comer, pero no tenía tiempo para
prepararme algo sustancioso y nutritivo. Me alisté y tomé un taxi hacia la
universidad, no me sentía capaz de conducir. Llegué y caminé a la biblioteca;
estaba estudiando los cursos del día y cada cinco minutos cambiaba mi actividad
entre leer otro de los libros de la lista y redactar los trabajos. Volví mi
atención a mis apuntes y hojas de la clase cuando de pronto una gota roja
calló. Me le quedé viendo y luego cayó otra. Me llevé la mano a la nariz,
estaba sangrando. Alcé mi rostro y me limpié con un pañuelo desechable. La
universidad estaba haciendo estragos en mí, debía de reconocerlo, ni siquiera
había podido ver a Kangin en la última semana porque desperdiciar un día de
estudio me dolía. Empecé a maldecir al príncipe de pacotilla en mi mente.
- Te odio príncipe Donghae, te
odio
Murmuré antes de recostar mi cabeza en la mesa. Miré mi
reloj y tomé todas mis cosas, corrí hacia mi clase y me senté al lado de Rose,
quien me entregó un sándwich integral y un expreso. Se lo agradecí con una
sonrisa, podía ser princesa, pero era bien considerada con los demás. Ella era
totalmente distinta al príncipe de pacotilla. Si la monarquía fuera una
democracia y pudiéramos votar por nuestros reyes, yo votaría por ella. El
profesor y el príncipe entraron juntos, yo guardé mi sándwich y tomé un sorbo
más de mi expreso. Miré al príncipe ir a su asiento, se veía extraño, parecía
deprimido. Dejé de mirarlo, en fin… no debía de importarme y debía de alegrarme
si se sentía miserable. La clase dio inicio y por más que intentaba prestar
atención, mis ojos se cerraban. Sun cada tanto me daba codazos en las
costillas, no podía resistir, estaba muy cansada. Tres meses sin tener un
respiro, medio semestre sin tener un respiro y eso se veía reflejado en algunas
de mis notas. La clase por fin terminó y salimos del aula, tal vez podía dormir
cinco minutos antes de ponerme a estudiar.
- Señorita Kim, quiero hablar con
usted
Me dijo el profesor Shindong. Yo miré a Sun y ella me señaló
la puerta, yo asentí, ella en verdad era una buena amiga. Caminé con temor
hacia el profesor y él me observó.
- ¿Profesor?
Él me miró y dejó escapar un suspiro.
- Kim, eres una alumna muy
brillante – me dijo y me sentí confundida, un profesor no suspiraba y te decía
lo buena alumna que eras – Pero en los últimos meses tu rendimiento ha bajado.
Has reprobado los últimos exámenes y siempre te veo metida en la biblioteca –
miré al suelo – Tienes que esforzarte un poco más, o reprobarás el curso
La palabra reprobar retumbó en mi cabeza ¿Cómo era posible?
En mis doce años de escuela nunca había reprobado algo, nunca bajaba de “A+” Vi
mi vida caer en picada, todos mis sueños destrozados y un solo culpable. No
tenía tiempo para nada porque no me podía enfrentar al príncipe, porque le
tenía miedo.
- Tienes que sacarte una muy buena
nota en el final y otra muy buena nota en el trabajo semestral, si no… pues lo
sentiré mucho
Asentí a sus palabras y me fui furiosa. Sun me miró pero yo
caminé en otra dirección. Sun me seguía y gritaba mi nombre, pero yo la
ignoraba. Caminé hacia la residencial estudiantil y entré hecha una furia. Sun
me detuvo, se veía algo preocupada.
- ¿Qué pasó?
Me preguntó. Yo la ignoré rotundamente y seguí mi camino
hacia la habitación del príncipe de pacotilla. Esto no se lo iba a permitir. Le
había soportado por tres meses, no iba a soportar algo así, sobre todo si ponía
en riesgo mi futuro. Lo odiaba, lo odiaba demasiado, lo quería bajo tierra.
Avancé por el pasillo e intenté llegar a la puerta, pero los guardias me
detuvieron.
- ¡Suéltenme!
Grité, mientras uno me sujetaba para no golpear la puerta.
- ¡Suéltenla!
Gritó Sun, pero los guardias no la escucharon.
- ¡Suéltenme hijos de puta para
que pueda matarlo! – grité y varias personas salieron de sus habitaciones para
poder ver el espectáculo - ¡He dicho que me suelten mierda!
- ¿Por qué el bullicio? –
preguntó una voz y todos nos quedamos estáticos - ¿Otra vez tú rata de
biblioteca? – lo miré con furia y él soltó una risita burlona – Suéltenla
- Su alteza, ella vino a…
Empezó a decir uno del los guardias.
- ¿No me escucharon? – preguntó el
príncipe de pacotilla con un tono fuerte - ¡Suéltenla! – los guardias me
soltaron y yo miré furiosa al príncipe - ¿Qué sucede cuatro ojos? – me preguntó
– Soy bueno contigo… y aún me miras de esa forma
- Eres… - cerré mi mano en un puño
e intenté pensar cosas bonitas – Eres… - el príncipe volvió a soltar una risita
burlona, eso fue suficiente para mí - ¡Eres un idiota!
Grité, dándole un puñetazo en la mejilla. Él cayó y todos
dejaron escapar un gritito, incluyendo a Sun. El príncipe me miraba desde el
suelo y se tomaba la mejilla con una mano. Se veía sorprendido, se veía
asustado, yo me sentí poderosa.
- ¿Qué demonios te pasa, loca?
Preguntó una chica de cabello rizado, acercándose al
príncipe y ayudándolo a pararse.
- Me pasa, que ya estoy harte de
su “Real cabeza hueca” – dije
lentamente, avanzando hacia él – Tú padre tiene razón al estar avergonzado de
ti – él me miró sorprendido, mis palabras habían sido las adecuadas – La reina
se sentiría decepcionada al saber que su amado hijo se convirtió en un… ¡Inútil
bueno para nada que pone a sus compañeros a hacer sus deberes!
- ¡Cállate! – gritó él y yo
retrocedí un paso por la impresión, me maldije por eso - ¡Solo cállate! –
volvió a gritar – Tú… no sabes nada
Habló lentamente, señalándome con su dedo. Me hizo a un lado
y caminó lejos de todos. Yo lo miré, sentí enojo, sentí vergüenza de mí misma
y, por muy raro que sonase, sentí lástima por el príncipe.
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