Capítulo 4
***
- Su alteza…
Me llamó Leeteuk, mi secretario.
- ¿Qué?
Pregunté con fastidio. Estaba recostado en mi cama, mirando
el techo, escuchando música en mi iPhone a volumen bajo. Me sentía aburrido, no
tenía nada que hacer y eso me aburría, incluso una cena de Estado estaría bien.
Pensé en llamar a Jin, pero la idea se me esfumó; de seguro estaba ocupada o
algo, a veces pensaba que ella no tenía más vida además de mí, pero la verdad
es que yo no tenía más vida además de ella.
- Venía a informarle que el doctor
de su padre se ha marchado
- ¿En serio? – pregunté, mirándolo
- ¿Y qué quieres que haga? – mi secretario me miró sin entender – No es algo
que me interese
- Su alteza…
Miré a Teuk y este bajó la mirada ¡Y ahí vamos de nuevo! ¿Es
que no podía ser, por un día, todo distinto? A veces deseaba dejar de ser Lee
Donghae, el heredero al trono, deseaba ser Lee Donghae, un chico normal con
deberes normales. Pensé en Jin y en lo que me dijo. Ella siempre me decía lo
que quería oír, a veces era irritante pues no hacía calmar mis nervios, pero
ella era la única amiga que tenía, no podía decírselo.
- Puedes retirarte
Le ordené.
- Sí su alteza
Leeteuk hizo una reverencia y se fue de mi habitación. Me
giré y aplasté mi rostro contra la almohada, entonces empecé a gritar. Quería
ser libre, quería que me dejaran en paz, quería ser solo un chico normal. Mi
puerta fue golpeada y le pegué un puñetazo al colchón.
- ¡Tengo dos horas libres! –
grité - ¡No me importa si estalló el apocalipsis zombi, solo quiero estar solo!
- Soy yo…
Dijo una vocecita y yo alcé el rostro. Era Yoora, mi hermana
menor. Se subió corriendo en mi cama y me aplastó.
- ¡Au! – grité riendo - ¡Auxilio,
mi hermana está atentando contra mí para quedarse con el trono!
- Eso no es cierto
Rió mi hermana y yo también.
- ¿Qué sucede Campanita[1]?
- Quiero jugar a la fiesta de té –
me contestó – Pero todos están muy ocupados – hizo un puchero y yo reí - ¡La
baronesa de Muju no puede tampoco!
- De acuerdo… jugaré contigo
Acepté, lanzándola a un lado.
- ¡No! – gritó ella – Quiero que
seas el mayordomo
- ¡¿Qué?!
Aunque sea mi hermana, no quería ser su mayordomo, yo soy
demasiado importante como para interpretar a un mayordomo. Ser el heredero al
trono de una gran potencia era una carga pesada, pero a veces podía
controlarlo. Cuando no podía controlarlo, ahí siempre iba a estar Kim Jin
Kyong, mi mejor amiga desde la primaria. Ella era la única persona en todo el
mundo que me conocía, aunque ella no veía la magnitud de mi título. Siempre
intentaba hacerme feliz, era un poco irritante porque a veces solo quería
soledad y ella estaba metida conmigo, pero se lo agradecía. Sin ella, yo me
hubiera vuelto loco.
- Sí – volvió a decir mi hermana
– Ponte el traje negro que usaste en la fiesta de la duquesa de Andong
- No usaré un Dolce en uno de tus juegos
Sentencié y ella me miró. Yoora hizo un puchero y luego me
miró con los ojos cristalinos. Solté un bufido, así es como ella había
conseguido su caballo, a base de manipulación. Mi hermana era una niña muy
tierna, quería protegerla de cualquier cosa, pero a veces me daba miedo, era
muy astuta y sabía cómo usar sus atributos de niña tierna de ocho años.
- ¿No lo harás?
Me preguntó con su mirada tierna.
- Si me cae una gota de té o lo
ensucio – miré a mi hermana – Donarás tus juguetes a la caridad
- Hecho – aceptó, estirando la
mano – Ahora cámbiate
Ella era toda una princesa, era muy mandona. Entré en mi
enorme closet y saqué el traje. Caminé hacia la habitación de mi hermana y
toqué la puerta, ella con su tiara de zafiros me abrió. Me senté en una pequeña
silla y comenzamos a jugar sirviendo el té que tanto nos gustaba, el té que
siempre nos servía nuestra madre.
Pensar en mi madre me hizo sentir solo de nuevo. Mamá era
dulce, maternal y muy inteligente, toda Corea la amaba, pero un maldito se la
tuvo que llevar. Papá nunca volvió a ser el mismo, y de ser un rey que veías
todo el tiempo, y un padre que jugaba con sus hijos, pasó a ser un hombre
ermitaño, nunca salía de su habitación a menos que sea por algo importante como
una reunión del parlamento o algo parecido. En cinco años nunca lo he visto
salir de su habitación, ni siquiera para comer, las sirvientas le llevaban la
comida en un carrito y tocaban la puerta, a veces abría y a veces no. La muerte
de mi madre lo dejó marcado, y con el tiempo enfermó. Ahora estaba con la salud
hasta los suelos. Me preguntaba ¿Qué sería de nosotros si él moría? Yoora no lo
extrañaría, mamá murió cuando ella tenía tres años y desde entonces no volvió a
ver a ninguno de sus padres, no creía que lo fuera a extrañar ¿Pero y yo? ¿Lo
extrañaría? ¿Sentiría algo? Y sobre todo ¿Podré ser un rey? Sabía que mi padre
no le quedaba mucho tiempo, es por ello que mi educación real se hizo más
intensa, pero me preocupaba convertirme en rey, no sabía si podría ser un buen
rey.
- ¡Donghae!
Gritó mi hermana.
- ¿Qué?
Pregunté, saliendo de mi ensueño.
- Te pregunté si quieres ir a
cabalgar
Me contestó ella, guardando sus juguetes y dándome un pastel
de juguete. Yo miré mi reloj, dentro de poco tenía que ir a una aburrida
reunión sobre la economía del país y otra con el parlamento para hablar sobre
la enfermedad de mi padre. Marqué el número de Jin, necesitaba algo de
“normalidad” antes de meterme en mi personaje.
- Hola Donghae
Contestó ella al instante, como siempre.
- Hola – saludé - ¿Estás ocupada?
- No… bueno sí – terminó
aceptando. Reí un poco, ella siempre dejaba lo que estaba haciendo para estar
conmigo, en verdad era una gran amiga – Estamos comprando un auto para mi prima
- Me están obligando
Escuché una voz e intenté no reír. La familia de Jin acababa
de pasar por una gran pérdida. Sus dos únicos tíos habían muerto en un
accidente de tránsito, un hombre ebrio en un camión chocó el auto en el que
iban, cuando me enteré me entró el deseo de querer mandar a ese hombre a la
silla eléctrica, pero solo le dieron cadena perpetua. La prima de Jin acababa
de quedar huérfana, todo por un maldito desgraciado, y su familia la había
adoptado. La familia de Jin por primera vez me gustó, ellos iban a darle un
lugar donde vivir y le pagarían los estudios a la chica, ahora le estaban
comprando un auto.
- Bueno… la están obligando –
aceptó Jin riendo – Pero es que como va a estudiar prácticamente a la vuelta de la esquina, considera tonto
quedarse en la residencial de la universidad
- ¿Estudiará en Seúl?
Pregunté. No me importaba, al fin y al cabo ni la conocía, pero
necesitaba alargar la conversación. Vi por el rabillo del ojo que Leeteuk se
acercaba con dos guardias, varias veces había pasado que necesitaban llevarme a
la fuerza a las reuniones. No me llevarían a la fuerza si me veían ocupado en
otra cosa.
- Sí, irá al Royal
- ¡Oh!
Eso sí me sorprendió. La decisión de ir a la universidad fue
un acto desesperado. Con la enfermedad de mi padre la presión sobre mí aumentó,
la universidad era mi cápsula de escape. Ya no me molestarían tanto, solo me
buscarían cuando hubiera algo realmente importante. Me causaba tristeza dejar a
Yoora sola con todo, pero ella amaba la presión. Por otra parte, mi prima Sun
Hee, había decidido ir conmigo también. Sun era una de las personas que más
confiaba, al igual que Jin, lo malo es que ella amaba molestarme, hacerme
bromas y despreciaba por alguna razón a Jin. Yo estudiaría literatura y Sun
estudiaría lo mismo, hasta en eso me molestaba. Pero ella se defendía diciendo
que ella realmente le gustaba y que yo solo había escogido esa carrera porque
creía que era la más fácil y sin números.
Sí – dijo ella – Así que le
regalaremos ruedas para que se transporte
- Me parece bien
- Su alteza…
Rodeé los ojos y reprimí un bufido de fastidio.
- Estoy al teléfono – miré a
Leeteuk con enfado, él solo bajó la mirada. A veces sentía pena por tratar a
ese hombre de esa forma, no lo odiaba, lo apreciaba, sabía que él realmente se
preocupaba por mí, pero es que no soportaba mi vida – Dame un segundo – le pedí
y él asintió – Jin… tengo que irme, te llamo luego
- Si, no te preocupes – dijo ella
– No dejes que te apabullen, recuerda que eres superior
- Obvio que lo soy, soy el jefe
Bromeé y ella colgó. Seguí a Teuk y nos metimos en la sala
de reuniones. El parlamento estaba conformado por hombres y mujeres de rostros
poco amigables que me miraban fijamente. A penas salía de la escuela, no pueden
esperar que sepa cómo controlar las cosas. Mi padre entró y todos nos
levantamos. Lentamente caminó hacia su silla en la punta de la larga mesa y su
asistente le abrió la agenda negra con los asuntos del día. Yo me coloqué los
audífonos y observé como todos movían las bocas mientras yo escuchaba Guns n’ Roses.[2]
Se suponía que debía de prestar atención, pero no lo hacía, simplemente me
aburrían esas cosas. Me ponía a pensar, que cuando sea rey se me haría
imposible hacer todas estas cosas, sobre todo porque nunca estoy enterado de lo
que pasa en el país o el mundo, debería ver más las noticias, pero son
aburridas. Sentí que me tocaban el brazo y me quité al instante los audífonos,
era mi padre.
- ¿Tú que opinas?
Preguntó y yo miré a todos lados.
- No estoy de acuerdo
Fue lo único que contesté.
- Lo ve… - habló una mujer, quien
tenía mirada severa en el rostro, hacía que me pusiera nervioso – Discúlpeme su
majestad, pero… ¿Esa es la clase de rey que Corea tendrá en el futuro?
Miré a la mujer y me dieron ganas de golpearla ¿Qué le había
hecho? Yo sería rey porque era mi deber y mi destino ¿Qué sabía ella de ello?
¡Nada! Podía meterse sus palabras por donde le quepan. Miré a mi padre y este
asentía ¡¿Qué?!
- Tienes razón Lady Cho – dijo él
– Acabas de decir que no estás de acuerdo en darle una pensión a las familias
de los que han perecido en el campo de batalla, haciendo la diferencia de los
votos.
Me quedé callado ¿Mi voto había sido decisivo?
- Pero… no pueden tomar en serio
mi voto – miré a todos lados con nerviosismo, todos me miraban fijamente –
Estaba… estaba escuchando música… - todos los parlamentarios me miraban de
forma severa - ¡No estaba prestando atención, no pueden hacer esto!
Miré a todos lados y mis manos comenzaron a temblar. Miré a
mi padre, se veía avergonzado. No era sorpresa para mí el ver a mi padre así,
sabía que se avergonzaba de mí, lo había dicho públicamente. Yo era el príncipe
rebelde e irresponsable, había ido a clubes nocturnos, fumé con mis compañeros
de la escuela, me hice el tatuaje del nombre de mi madre en el hombro, y se
sabía que me importaba un comino todo lo que pasaba, nadie me creía capaz de
ser rey y esperaban que mi padre abdicara a favor de mi tía Jae Hwa, pero sabía
que él no lo haría, mi madre siempre quiso que yo fuera un buen rey.
- Una vez más… - habló la misma
bruja – Demuestras que no eres capaz de hacer bien las cosas
Miré sin entender a mi padre.
- La próxima vez intenta prestar
atención – me pidió él – Estábamos hablando sobre las exportaciones, no te
preocupes – lo miré con la boca abierta – Bueno… esta reunión ha concluido
Mi padre se levantó y todos igual, yo seguí sentado. Todos
se retiraron y yo seguí sentado. La puerta se cerró y me levanté de mi asiento.
Corrió fuera de esa sofocante habitación y corrí a la mía. Me encerré y comencé
a golpear y patear todo lo que estaba enfrente de mí. Grité a todo pulmón, me
sentía irritado, me sentía enojado conmigo mismo ¿Por qué no podía hacer las
cosas bien? Lancé la lámpara al suelo y se hizo añicos, luego arrojé los
libros, rompí el espejo y golpeé las paredes.
- ¡Su alteza!
Gritó Leeteuk, golpeando la puerta.
- ¡Lárgate!
Grité a todo pulmón, rompiendo y pisoteando todo. Lancé otro
libro más y las hojas se desparramaron. Las miré, era el diario de mi madre. Lo
recogí y comencé a leer, había muchas enseñanzas y consejos en él. Entonces
encontré la última carta hacia mí.
Sé que con el paso de los años las cosas para ti se harán más difíciles, eres el príncipe
heredero, eso es algo de lo que jamás vas a poder escapar. Para mí fue muy
difícil, tener que dejar mi estilo de vida para convertirme en reina de un,
pero lo logré hijo mío. Tengo mucha fe ti, sé que serás grande, eres un
muchacho muy bueno, no lo olvides nunca. Serás el mejor rey que Corea pueda
tener, yo lo sé. De los errores se aprende, y cometerás muchos, no dejes que
las malas lenguas te afecten, siempre camina con el rostro en alto, no puedes
permitir que nadie te haga sentir inferior sin tu consentimiento. Te amo mi
hijo.
¡¡Fighting!!
Miré de nuevo la carta de mi madre y me largué a llorar
mirando todas las cosas que había roto. Leeteuk logró entrar en mi habitación y
me tendió una taza con té. Lo miré, él tenía expresión de preocupación. Dejé la
taza con te en mi mesa de noche y lo miré, entonces lo abracé. Él me correspondió
el abrazo y entonces volví a llorar.
- Calme su alteza… calme – me
decía él, dándome golpecitos en la espalda – Debe de ser fuerte, no se derrumbe
- Leeteuk… - me separé de él –
Siempre te trato mal, y usted siempre está conmigo de todas formas
- No lo hago solo porque sea mi
trabajo, de eso puede estar muy seguro – él me sonrió – Su madre cuando llegó
no era más que una adolescente, un año mayor que usted. Era la alegría que este
palacio necesitaba. Primero vino como amiga del rey y luego la trajo como su
novia, jamás me olvidaré de eso, al difunto rey padre no le hizo gracia, mucho
menos a la reina madre – Arthur rió – “Sé
mi aliado Teuk…” eso me dijo ella cuando le enseñaba el protocolo para la
cena – me confesó – “Yo sé que usted
tampoco soporta esta porquería” – reí al oír eso – Era una niña muy alegre,
y no dejó que la corona la cambiara, fue una gran reina y seguía siendo la
misma niña que decía cosas como “Porquería”
e “Hijo de puta” – Teuk rió ––
Luego nació usted, mi esposa y mis hijos vinimos a verlo, aquella niña era toda
una mujer, y ahora era madre “Cuide de mi
hijo como cuidó de mí Teuk” Esas fueron sus palabras – los ojos de Teuk se
llenaron de lágrimas – Ella pidió que fuera tu secretario como lo había sido de
ella. Lo he visto crecer y en usted veo a esa pequeña niña asustada por saber
con quién se había ido a enamorar. Si lo cuido tanto no es por mi trabajo, es
por su madre, por el cariño que le tuve y por la promesa de cuidarlo, y yo a
usted lo quiero mucho alteza, como si fuera mi hijo
- Leeteuk… - miré al viejo hombre
– Le subiré el sueldo cuando sea rey
- Mi sueldo está bien alteza –
Teuk rió – Pero debe de esforzar para ser un buen rey, tal como su madre
hubiera deseado
- Ella tenía fe en mí
Dije, mirando la carta.
- Llamaré a los sirvientes para
que limpien todo y mandaré a reemplazar las cosas rotas
Me dijo mi secretario, caminando hacia la puerta.
- Teuk… - el hombre volteó –
Gracias, por siempre estar ahí
- No es nada su alteza
Leeteuk sonrió y yo hice lo mismo. Me recosté en mi cama
leyendo el diario de mi madre mientras las sirvientas limpiaban. Sentí miedo de
no poder ser lo que mi madre quería, alguien grande. Ella había esperado que yo
fuera alguien correcto, pero no lo era, no lo iba a poder ser. Ordené a las
sirvientas que terminaran otro día, que me dejaran solo. Entré en mi baño y me
quité la ropa, abrí el agua caliente y me metí en la tina, un baño caliente
siempre me tranquilizaba.
La hora de la cena llegó, así que me vestí para esta. Tenía
un mensaje de Jin, me pareció divertido, decía que su prima había pensado que
iban a ir a un sitio de autos usados, pero le compraron uno nuevo y como su
prima se quejó por ello. Su prima debía de estar bien loca como para quejarse
por un auto nuevo y gratis. La cena fue como siempre, con míos tíos, Sun y mi
hermana. Sun y mi hermana hablaban de que deberían invitar a Shinee cualquier
día, y mis tíos hablaban de la fiesta que Lord Park organizaba para lanzar a su
hija Hyu Rin en sociedad.
- Nos invitaron
Dijo tía Jae.
- Tendré que comprar un nuevo
vestido
Dijo Sun con fastidio.
- Debes de buscar prospectos ahí,
Donghae
Habló mi tío Im Jay Ha, yo me empecé a atragantar.
- Aún soy joven
Les dije.
- A veces me sorprende lo tonto
que eres primito
Rió mi prima Sun y yo la fulminé con la mirada.
- Quiero el postre
Pidió mi hermana.
- Come las verduras
Le ordenó mi tía y Yoora hizo un puchero. Sun y yo decidimos
jugar una partida de baloncesto nocturno, era nuestra forma de quitarnos el
estrés. Llevábamos jugando media hora, era sencillo, nos hacíamos preguntas de
Sí o No y si no lograbas encestar era porque mentías. Ese juego lo había
inventado Sun tras oír que un jugador de la NBA no había podido anotar ningún
punto porque minutos antes había estado sosteniendo una mentira sobre la esposa
de otro jugador.
- ¿Te gusta “La Chicle” Kim Jin Kyong?
Me preguntó ella.
- No
Contesté y la pelota entró limpiamente en su aro. Jin
siempre iba a ser mi amiga, pero jamás la iba a ver como algo distinto, además
no iba a poder resistir vivir con una niña tan caprichosa como ella. Lo bueno
es que ambos sabíamos que solo éramos amigos, siempre nos estábamos diciendo lo
muy buenos amigos que éramos, era una linda amistad de muchos años. Sun a mi
lado reía, a veces pensaba que ella sabía cosas que yo no, por algo ella era la
perceptiva.
- ¿Te gustaría ser reina?
Le pregunté.
- No
Contestó y la pelota no entró.
- Confiesa…
Le pedí y ella bufó.
- No podría, es demasiada presión
– dijo ella – Te admiro por poder vivir con eso – confesó y yo me quedé
sorprendido – Pero a veces me gustaría poder ser la princesa heredera, pero es
solo para no ser conocida como la prima del príncipe Donghae o la sobrina del
rey
- Entiendo… - dije y me senté en
el frio suelo – Pero tú tienes mucha suerte al no ser yo
- Lo sé – rió ella, sentándose a
mi lado – Cuando lo recuerdo se me va el deseo de ser reina
- Sí…
- ¿Te gustaría enamorarte de
verdad?
Me preguntó de repente.
- ¿Debo de tirar el balón? – ella
negó – No quiero que el parlamento me case con alguien que ellos elijan – confesé
– Quiero que mi esposa me ame y yo amarla
- Darle tu primer beso a alguien
a quien ames
Se burló mi prima. Jamás había estado en una relación
sentimental. En la escuela muchas chicas se me acercaban, pero ninguna me había
llamado la atención. Así que jamás me había enamorado, ni jamás tomé la mano de
alguna chica de forma cariñosa y aún no había dado mi primer beso, era patético
tener dieciocho y no haber besado a nadie. Pero temía que el parlamento me
escogiera una esposa, sobre todo ahora que veían a mi padre con un pie en la
tumba. Yo quería enamorarme de alguien, y que ella también me amase ¿Eso era
tanto pedir? Que me ame por ser yo, no por ser un príncipe ¿Dónde podría
encontrar a alguien así? Mi madre era la única que conocía, que había sido así.
- Bueno… - miré a Sun – Dentro
pronto iremos a la universidad, ahí habrá muchas chicas – dijo ella y yo
asentí, eso era verdad – Algunas desesperadas, otras no, algunas queriéndose
acostar contigo, otras no, unas estrenadas, otras guardándose hasta el matrimonio…
- Tú no
te esperaste al matrimonio
Recordé riendo y ella me dio un zape.
- Esta es tu última oportunidad,
esta vez no seas tan egocéntrico y engreído – me pidió – Alguna te ha de
merecer
- Tiene que ser perfecta como para
estar conmigo
- Ahí vamos de nuevo, te dije que
no seas engreído
Sun me dio otro zape y yo reí. Tenía que dejar de pensar en
que yo no estaba al alcance de ninguna, pero a veces era un poco difícil. Sin
embargo Sun tenía razón, en la universidad podía estar el amor de mi vida, solo
tenía que tener los ojos bien abiertos.
Espero que les haya gustado!!!!!
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